Un frío mediodía en el Vélodrome de Marsella acogió a las 14:00 horas a dos equipos: el Marsella, que buscaba afianzar su liderato, y el Lille, que no quería mirar hacia abajo (terminó el encuentro a dos puntos del descenso con un partido menos jugado). Los aficionados marselleses (gorro navideño encumbrando sus cabezas) aguardaban optimistas el lance, esperando que el liderato invernal fuese un regalo adelantado.
Antes del partido, Marcelo Bielsa declaraba en rueda de prensa: “Ser campeón de invierno sería algo anecdótico para mí, aunque sería una justa recompensa al trabajo realizado”. El técnico argentino lo tiene claro, quiere el título que entrega el caluroso junio dibujando perlas de sudor en el orgulloso campeón, no el gélido y traicionero consuelo invernal. No competir en Europa esta temporada imponía una presión extra en los futbolistas marselleses, más frescos que su directo competidor desde el inicio (el PSG de Blanc) pero en igualdad de condiciones que el Lyon (eliminado de Europa League en agosto y una de las alternativas sorpresa liderado por la tardía promesa de goles, Lacazette). De aquel Bielsa que se quejaba a su presidente ante la falta de fichajes no queda nada. El ‘loco’ ha encontrado en su conformidad la manera de aprovechar los futbolistas que ya tenía en nómina. De ahí que Gignac esté camino de igualar su mejor marca goleadora (12 goles en 19 partidos esta campaña, en comparación con las 24 dianas en 38 encuentros con el Toulouse la 2008-09) y Payet se disfrace de Valbuena cada fin de semana sin requerir remiendo alguno en su traje (5 goles y 8 asistencias en 18 partidos). Los números de Bielsa son mejores que las previsiones de muchos al comienzo de esta temporada: 19 partidos disputados (13 victorias, 2 empates y 4 derrotas) con 38 goles a favor (el equipo más goleador del campeonato) y 17 tantos en contra (uno de los menos goleados junto a PSG, Nantes, Lille y Saint-Ettiene). En resumen: 41 puntos que coronan al Marsella como campeón invernal, beneficiado sin duda por un PSG que se sentía capacitado de ser primero de grupo en Champions ante un FC Barcelona menos temible que antaño.
Un chandal azul celeste del equipo, unas zapatillas deportivas y una nevera portátil. Podría ser la estampa de cualquier jubilado dominguero que trata de hallar el descanso entre la brisa y el verde floral de su parque predilecto, pero los de cafés derramados a su alrededor son los silenciosos testigos de la intensidad de una de las mentes más complicadas del fútbol. Bielsa es el técnico que exige a sus jugadores la intensidad tan humana y emotiva junto a la perfección de una fría y racional máquina, los dos polos opuestos deben converger en el ADN de sus futbolistas. El ideario del controvertido entrenador argentino ha pivotado durante estos meses principalmente en torno a dos esquemas: el 3-5-2 y el 4-2-3-1. Cuando le preguntaron en rueda de prensa si alguna vez jugaría con dos puntas (Batshuayi y Gignac), el ‘loco’ recalcó la importancia en su sistema de un volante creativo (o mediapunta, como Payet) que ocupase ese carril central y realizase tareas que dos delanteros centro no pueden hacer. No obstante, en el último partido frente al Lille (sin Payet ni Barrada), Bielsa ha optado por colocar a Batshuayi detrás de Gignac en el 4-2-3-1 y el joven belga de 21 años no ha desentonado. Participó por dentro y marcó el gol de la victoria que les afianzaba en el liderato. Tanto él como Gignac se permutaban posiciones y caían a ambos costados, buscando esa movilidad constante entre atacantes que busca Bielsa. A pesar de todo, el Marsella es un equipo que gana pero no domina completamente (aun teniendo la segunda posesión más alta de la liga con un 56%) y se deja llegar más de lo que a Bielsa le gustaría. Errores en la salida desde atrás y contragolpes mal cerrados (como el que les costó los tres puntos ante el Mónaco o el del Lille que obligó a Batshuayi a aparecer para darle la victoria a los marselleses) son los principales males que nublan el sur de Francia y, sin duda, serán aspectos a trabajar a la vuelta de las vacaciones para Bielsa.
Mucho juego por bandas (la subida de los imprescidibles carrileros Mendy-Djedjé sumada a la actividad de Ayew y Thauvin) y centros que buscan la cabeza de Gignac, tanto para rematar como para hilar con una segunda jugada rezando para que el esférico caiga en botas de Payet, experto en penúltimos y últimos pases del equipo. De hecho, hay partidos que se definen en la espera del Marsella a la aparición de Payet para asistir y definir el encuentro. En estático, Imbula (en el 3-5-2) es un mediocentro portentoso de gran zancada y técnica exquisita con balón, pero si juega solo es difícil abarcar toda la medular. Por eso Bielsa lo acompaña (en un 4-2-3-1) con Mario Lemina (aunque se descuelga más hacia tres cuartos como Fellaini, escalonándose con Imbula en vez de jugar paralelo a él en el medio) o Romao (cuando piensa en conservar un resultado con un jugador más horizontal que guarda mucho mejor su posición por delante de los defensas). En defensa, Mandanda es ese calmado y decente guardameta que «ficha» en su trabajo todos los días cual funcionario al entrar y salir de la oficina. Siempre cumple, aunque sus actuaciones no jueguen con la excelencia muy a menudo. N´Kolou es ese central carismático que todo equipo grande debe tener (buena salida en desplazamiento/conducción, sumado a sus grandes cualidades tanto defendiendo parcela propia como corrigiendo al vecino) y Fanni y Morel (en el mencionado 3-5-2) suelen ser sus dos acompañantes (físico y recorrido que les permita abrirse cuando sacan el balón y realizar coberturas a los volantes si la jugada lo requiere cuando defienden). En el 4-2-3-1, es Fanni el que acompaña en el eje central a N´Kolou y los laterales son ocupados por Mendy y Djedjé, que retrasan sus posiciones sin renunciar a su proyección ofensiva.
El ecuador de la temporada liguera ha finalizado y Bielsa probablemente espere encontrar algún regalo en forma de fichaje bajo su árbol navideño para tratar de afrontar la segunda mitad de la dura y competida campaña (PSG y Lyon están a un palmo de distancia y la Ligue1 se resolverá en una baldosa), con un banquillo que disponga de otros jugadores a parte de Bangoura, Omrani, Aloé o el jovencísimo Boutobba (16 años, debutó frente al Mónaco), entre otros. Mientras tanto, el Marsella de Bielsa desfilará por la quebradiza superficie del hielo que hay bajo la glamurosa alfombra roja como los merecidos y anécdoticos —casi por accidente y casualidad— campeones de invierno.
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