El trasiego futbolístico desde la Capital del Reino a la Capital del Turia y viceversa ha sido constante: desde jugadores en blanco y negro como Planelles o Sol hasta más recientes como Morientes, Soldado o Albiol, pasando por Quique Flores o Cañizares. También en el banquillo: Di Stefano, Valdano o Benítez son algunos ejemplos. En aras del choque de esta tarde en Mestalla, siempre sale un nombre a la palestra: Predrag Mijatovic. Su marcha al Real Madrid fue considerada en Valencia como una traición. Para muchos es el germen de la rivalidad creciente entre ambas aficiones.
La década de los 80 fue para el Valencia una oscura etapa. Pasó de estar casi en la cima de la mano de Kempes a descender a Segunda División. Con el ascenso, Di Stefano se hizo cargo del banquillo ché y el club comenzó a recobrar la estabilidad, aunque no el éxito. En 1991 llegó Guus Hiddink. Este llegó a obsesionarse por incorporar a la plantilla a un exjugador suyo en el PSV Eindhoven, un tal Romario. Sin embargo, las negociaciones nunca llegaron a buen puerto y el jugador carioca acabó jugando en la misma costa del Mediterráneo pero más al norte. Gracias a las gestiones del gran Pasieguito, en 1993, llegó al Valencia Mijatovic. Un jugador más bien escuchimizado, con la tez blanca y una estrafalaria vestimenta, pero llamado a ser el ídolo de la afición desde los tiempos de Kempes.
Mijatovic nació el 19 de enero de 1969 en Titogrado (Yugoslavia), actualmente Podgorica (Montenegro). En un país que más bien era un hervidero político, Mijatovic se formó como jugador en el FK Kom, el equipo “pequeño” de su localidad natal, y firmó su primer contrato profesional con el Buducnost, el equipo “grande”, con el que debutó en la Primera División Yugoslava. Allí permaneció dos temporadas y destacó sobremanera. Tanto que fue elegido entre los jóvenes talentos que se proclamaron campeones en el Mundial sub-20 de 1987 en Chile. En 1989 dio un paso más y fichó por el Partizan de Belgrado, el segundo club más laureado de Yugoslavia, donde no tarda en postularse como uno de los delanteros más prometedores de Europa.
Con el cartel del mejor jugador de la Liga Yugoslava durante dos temporadas consecutivas (1992 y 1993) llegó al Valencia. Y no tardó en impresionar. Era lo que necesitaba la afición valencianista para recobrar la ilusión, que pronto se transformó en euforia. En España se descubrió a un superclase, un jugador de una técnica muy depurada, capacidad de liderazgo e instinto goleador. En el Valencia firmó 56 goles en 104 partidos. No era el cásico killer de área, pues retrocedía su posición en el campo para participar en la elaboración del juego. Poseía una gran velocidad y era un gran ejecutor de libres directos. La temporada 1995/96 fue la de su consagración, llevando al equipo ché al subcampeonato de la Liga. Su gran papel le valió para ser elegido como el mejor jugador del campeonato. Pero Mijatovic no quería quedarse a las puertas de títulos, quería ganarlos.
A 350 Km, Lorenzo Sanz estaba construyendo un nuevo Real Madrid y no escatimó en esfuerzo para contratar a Fabio Capello. Con el técnico italiano llegaron jugadores como Seedorf, Roberto Carlos o Illgner para sumarse a los Hierro, Raúl, Redondo, Amavisca, etc. Además, de una tacada llegaron dos de las estrellas más brillantes de la competición doméstica: Davor Suker y Predrag Mijatovic. En el equipo merengue, el jugador montenegrino vio cumplidos todos sus sueños. Ya en su primera temporada (1996/97) ganó la Liga. La grada del Santiago Bernabeu, siempre exigente, quedó prendada por su clase, verticalidad y poderío ofensivo. Y, aunque en las tres temporadas que militó en el club madridista solo anotó 24 goles, hizo uno que quedó grabado a fuego en la historia blanca. Fue un 20 de Mayo de 1998, en el Amsterdam Arena. Enfrente, la todopoderosa Juventus de Zidane, Del Piero y compañía. Se trataba de la final de la Copa de Europa y su gol llevó al Real Madrid a su conquista 32 años después. Mijatovic se hacía leyenda y marcó el inicio de lo que sería una nueva época dorada para el equipo blanco, que acabó ganando otras dos Champions League más en los próximos cuatro años.
Sin mucho ruido, en la temporada 1999/00 fue contratado por la Fiorentina, donde completaría una delantera de ensueño con Gabriel Batistuta. En el club de la Toscana, ganó una Copa de Italia en 2001. Sin embargo, la temporada siguiente, el equipo italiano, lastrado por sus graves problemas económicos, primero, descendió a la Serie B, y poco más tarde, desapareció. De esta forma, volvió a Valencia, pero para jugar con el Levante durante una temporada, tras la que colgó las botas. En la temporada 2006/07 volvió al Real Madrid como Director deportivo, puesto que ocupó durante tres temporadas en las que se conquistaron dos Ligas consecutivas. Suyos fueron algunos fichajes de renombre como Cannavaro, Van Nistelrooy, Higuaín u otros que aún triunfan en el equipo blanco como Marcelo o Pepe. Problemas personales lo obligaron a alejarse del fútbol desde 2009.
Históricamente, Valencia ha sido considerada como “territorio amigo” para el Real Madrid, sin embargo, esta tendencia se invirtió con la salida de Mijatovic del club valencianista. Desde entonces, Mestalla es una de las salidas más duras para el equipo blanco.
Mijatovic, héroe para unos, villano para otros.
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