Capricho u obsesión personal del Presidente. Anhelos de antaño hechos realidad. El tiempo le va dando la razón. Al menos, día a día o «partido a partido» (otro «chascarrillo» harto reiterado). Pero lo cierto y verdad es que, el italiano, ha sorprendido a propios y extraños. Sobre todo, extraños, aquellos que esperaban una calcomanía de Mourinho o peor aún, un «catenaccio» puro.
A su llegada, un sector de la prensa, lo calificó como «El Pacificador» tras los meses convulsos a los que habíamos asistido en el seno del vestuario. Llegó con su talante afable pero sin esquivar ni una sola de las balas huecas que le remitían. A todo trapo entra y de todo «fregao» sale limpito como un bebé. Es un tipo de esos con los que te gustaría tomar un café o dos, y echar un buen rato HABLANDO DE FÚTBOL, solo de fútbol.
Tras una pretemporada movida, con vaivenes de ofertas, traspasos y fugas de última hora llevándose por delante los pocos frutos que se habían obtenido en esas semanas de verano en forma de sistema predefinido, tuvo que dar un giro de 180 grados para volver a, como él dice, «equilibrar» las líneas del equipo. En ese camino se han quedado varios jugadores. Los principales afectados, Isco, Illarramendi y Di María. Este último, por exigencias del guión de la telenovela galesa. Pero casi ningún aficionado se ha percatado de ello o, al menos, parece interesarle más bien poco mientras el equipo parece estar en una línea ascendente y, por mucho que algunos se empeñen en atribuir todos los méritos y deméritos a los jugadores, la figura del entrenador es la que recibe su salario para lograr resultados con el trabajo desplegado.
Mano izquierda se le presuponía si, tras su paso por Chelsea y PSG (club abanderado por el mayor ególatra nasal sueco que haya pisado un césped), pocos o ningún altercado se le recuerda. «Tenemos química con Ancelotti«, decía Sergio Ramos esta misma semana mientras que su compañero Álvaro Arbeloa recordaba «nos entiende, se nota que ha sido jugador«. Sin olvidar un modo de entender su labor que le llevó a fumarse varias cachimbas con sus pupilos milanistas. En definitiva, un «amigo» para sus soldados. Perfil Vicente Del Bosque solo que con el «glamour» que estila el señor Pérez.
A día de hoy, el Real Madrid se ha situado a un solo punto de la cabeza en Liga. Pie y medio en semifinales de Copa y habiendo pasado la fase de liguilla Champions casi sin despeinarse. Todo ello con un registro goleador considerable. Como él mismo dijo: «estamos donde queríamos«. No podría ser de otro modo. Pero, viendo los antecedentes estos años, había que hacerlo. Y el italiano ha cumplido. Atrás quedaron discusiones sobre el entrenador de turno (lustros de costumbre). Hoy, solo se habla del equipo, del juego y de algún que otro jugador. Eso, los que hablamos de fútbol claro. Y Carletto es de esos.
Su fama adherida a su pasaporte siempre fue falseada. De otro modo, ¿quién gana dos copas de Europa en cuatro años siendo defensivo?, ¿En la Premier podemos afirmar que se juega colgados del larguero?, ¿Es lo mismo plantear un partido si en la pizarra escribes los nombres de Essien, Matuidi, Gatusso o si garabateas Xabi Alonso?, ¿Podríamos comparar en distribución de juego a Modric con Verratti, Ambrosini o el mismo Lampard? Discusión poca.
Paz aparente en la Casa Blanca. Serenidad antes escurridiza, ahora estable. ¿Cuánto durará? Los resultados dirán, claro. Una máxima a la que el italiano, como buen profesional, está acostumbrado. Pero eso sí, la fama se la ha quitado con su saber estar y colocando sus fichas. Es tiempo de leer Carlo. Ojo con hundir la silla. Vienen curvas.
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