Baja el precio del barril de petróleo pero sube la crudeza de la realidad madridista en este nuevo año. Con cuesta o sin rebajas de enero y ventajismos u oportunismos a parte, lo cierto es que el juego del equipo blanco ha bajado de revoluciones. El «medio piñón» no sirve para subir las cuestas empinadas que las defensas rivales plantean. Un inyector más es necesario.
Si ese rival se llama Atlético de Madrid cobra aún más fuerza la aseveración. Pero no todos los cráneos asimilan los mismos conceptos de igual modo y, por ello, las consecuencias de sus actos suelen ser dispares. Mucho césped se ha cortado desde la última vez que pensé en una cabra devorando hierba sin prestar atención a lo que su alrededor sucedía. Títulos que calmaron el ansia de grada y sofá y, por qué no decirlo, juego vistoso y contundente que nos hizo despertar de un larguísimo letargo que, si me apuran, duraba más de una década. Pero un mal sarpullido emerge en cualquier momento si no se tiene el rebaño vigilado.
Se habla de cansancio. El argumento, posiblemente, más gratuito y simple que se utiliza cuando se habla de jugadores PROFESIONALES de este deporte. El cansancio se ve al instante, pero no en enero. Algunos incautos hasta recuerdan a un tipo llamado Luxemburgo. ¡Tutatis nos libre! ¡Qué bien le sentaba el traje! Para mi mente polvorienta sólo hay un único motivo para este supuesto bajón en el juego y resultado merengue: la inexistencia de una nueva idea. Ni siquiera plan «B», ese que insisto se debe llevar tatuado a fuego en caso de urgencia. Carlo Ancelotti ha sabido exprimir una idea que le ha dado unos frutos más deliciosos que otros, que desde capitales europeas no tan lejanas, envidian. Mérito indiscutible sin aliños que lo camuflen. Pero todo en esta vida tiene un fin. Antes o después. Que pregunten en Barcelona cómo juega el equipo las últimas tres temporadas o al propio Guardiola que ya ha puesto rodilla en tierra en más de una ocasión por terco extremo. Una idea nunca es suficiente. Durará más o menos, pero termina claudicando. A esto no se juega solo.
Se lo pedí a final de temporada y me calló la boca con esa racha de 22 victorias y juego. Pero llegó el tiempo del mazapán y la melancolía se instauró en las espinillas de la plantilla. Ha pasado de un récord a otro: perder tres derbis seguidos. La alegría va por barrios. El famoso y dichoso «equilibrio» se ha perdido en estos últimos partidos. ¿Que en Valencia el resultado justo tal vez fuera el empate? ¿Y? Las sensaciones siguen sin ser las mismas que antes de «el Roscón» que se indigestó a orillas del Turia. ¿Que si Ramos no muestra sus infantiles conocimientos en la WWF tal vez el resultado fuera otro en Copa? Tampoco importa. El 4-3-3 queda claro contra qué tipo de escuadras funciona y el 4-4-2 parece esfumarse como «mantequilla en demasiado pan» contra rivales tan engrasados, conjuntados, convencidos y dispuestos como los soldados «cholistas». ¿O, simplemente, el técnico vecino hace sus deberes destrozando neuronas y retina en su despacho visualizando cómo hincarle el diente al panettone que nos ha servido el italiano? Voto por ello, sin dudarlo. Hoy mismo ha declarado que el «problema es mental tras haber ganado tanto«, una respuesta que erizaría la aleta de un raspallón y me hace cuestionarme: «¿tanto?»
El diésel no lo asimila cualquier vehículo y, viendo a este equipo, me parece absurdo negar que le hace falta otro tipo de combustible. El de las apisonadoras que llegan hasta el final y no las carretillas que vuelcan al primer bache. Pero la llave del surtidor sólo la tiene el italiano. Es hora de apostar innovando, no vivir de rentas. Estas seguirán sirviendo en muchos momentos pero es hora de encerrarse y OBSERVAR, algo que, sinceramente, parece haberse olvidado una vez más.
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