La comprensión se convierte en algo utópico en determinadas situaciones. Una de ellas, sin lugar a ninguna duda, es la que vive Martín Montoya en el FC Barcelona. La dificultad de la comprensión radica en entender los criterios que se utilizan para tomar ciertas decisiones. Algunas de ellas vienen tomadas desde la dirección deportiva del club y otras desde el propio banquillo. Lo que es una evidencia incontestable es que el FC Barcelona ha perdido 10 puntos respecto al Real Madrid en las últimas jornadas, unos números que reflejan un equipo lleno de dudas. El compendio de decisiones discutibles es amplio.
Empecemos por el entrenador. La gestión de la plantilla en cuanto a las rotaciones, puede considerarse en determinadas ocasiones como acertada, pero es relativamente sencillo hacerlo cuando se tiene tanta calidad, y la mayoría de los rivales, no. Lo que no se debe confundir son las rotaciones con la incapacidad de encontrar una alineación/tipo, medianamente definida. La alineación del Bernabéu, por poner un ejemplo, fue un auténtico disparate. Cuando el dúo de centrales que se han mostrado más seguros era Mathieu/Mascherano, en el partido más importante de la temporada hasta ese momento, coloca al francés por primera vez en el lateral y sitúa a Piqué al lado del argentino, un Piqué que al propio Luis Enrique no le estaba generando confianza.
Ahora, sale a la palestra el descontento de Martín Montoya al no contar en absoluto para el técnico. Dani Alves parece indiscutible en el lateral derecho. El de Gavá es el supuesto recambio natural, un futbolista de gran proyección ganador de las eurocopas sub-17 y sub-21 en dos ocasiones. Es penoso establecer el paralelismo con Dani Carvajal, futbolista que triunfa en el Real Madrid, mientras a Martín Montoya se le niega ese triunfo justificándose en no se que criterios técnicos/tácticos desconocidos y que no alcanzan, una vez más, a mi comprensión e imagino que a la de muchos. Más aún cuando un tal Douglas, no Kirk ni Michael, sino Pereira Dos Santos, ha sido uno de los refuerzos de este verano en ese mismo lateral derecho. Un bulto sospechoso que es capaz de despejar un balón hacia el punto de penalti ante un rival de Segunda División B, algo que Montoya ya sabía que no debía hacer en categoría alevín.
Si el de Gavá no cuenta para el técnico por criterios futbolísticos desconocidos, los existentes para el fichaje de Douglas por parte de Zubizarreta pasan de desconocidos a inexplicables. La aceptación por parte de Luis Enrique o la imposición por parte del club de este fichaje deja en evidencia el funcionamiento del mismo, además de levantar suspicacias de toto tipo sobre la operación económica realizada. En el haber de la extraordinaria labor de Zubizarreta al frente de la Secretaría Técnica no debemos obviar la figura de Thomas Vermaelen, futbolista de “rendimiento inmediato”. La inmadiatez a la que se refería el gran Andoni el 10 de agosto se traduce en siete meses de un jugador sentado en la grada que venía a reforzar una posición que había mostrado una fragilidad alarmante en las últimas temporadas. El otro refuerzo para esa posición fue el de Mathieu, un jugador reconvertido que se presentaba como una incógnita en lo relativo a su rendimiento y con 31 años recién cumplidos.
Seguimos con Zubizarreta. Consensuado o no con Luis Enrique, ha sido incapaz de apuntalar una posición demandada durante tres años. La incapacidad manifiesta de unos señores está trayendo la consecuencia de desperdiciar los restos de la mejor plantilla de la historia del club. Y digo restos, porque algunos empiezan a ser individualmente la sombra de lo que fueron. La revolución esperada tras la nefasta temporada anterior se quedó en una simple revuelta. El que debiera ser impulsor de esa presunta revolución prefirió una cena romántica a la luz de la luna. Haz el amor y no la guerra. Una reestructuración profunda conlleva una mayor toma de decisiones y a la vista de los aciertos registrados en las pocas que ha realizado, es más que probable que el socio culé deba agradecer el inmovilismo del ex-portero vasco.
La batuta de la orquesta, Luis Enrique, hace que esta desafine en demasía. La polivalencia del asturiano durante su carrera futbolística le hace transformar unas rotaciones en bailes posicionales en la zona defensiva que generan en determinadas situaciones confusión y dudas en algunos jugadores. El tridente atacante, probablemente el mejor de la historia del club, no es suficiente cuando el rival plantea enigmas tácticos difíciles de resolver. Las transiciones rápidas generan demasiadas pérdidas y el fútbol de posesión se vuelve anodino cuando el balón no circula a la velocidad necesaria para obtener movilidad y desajustes en la defensa contraria que generen espacios entre líneas. La segunda parte del Bernabéu, algo que no se veía desde hace mucho tiempo, mostró un Barcelona frágil y descompuesto, a merced de su rival y sin capacidad de respuesta alguna, un sucedáneo del Barça de las últimas temporadas.
Este fin de semana, Eusebio Sacristán declaraba «Hay ciertos comportamientos que no me han gustado y tengo que atajarlos». Una verdadera lástima que no lo hubiese hecho cuando debía en el caso de Gerard Deulofeu, y ahora el FC Barcelona no se encontraría en la situación de un jugador cedido en el Sevilla CF con los deberes tácticos por hacer, mientras otro jugador de su generación como Jesé, vuelve a triunfar tras su lesión en el eterno rival. Otra muestra más de que el desorden y la vulgaridad profesional se han adueñado del club culé.
Mientras el técnico apostaba en el inicio de temporada por unos Munir y Sandro muy verdes, pero que generan el aplauso fácil de la afición y los medios afines, Martín Montoya pasa al más absoluto de los ostracismos. Caprichos técnicos y operaciones brasileñas dudosas para un club de élite, convierten en un mero objeto de decoración a un jugador con un periodo de formación agotado que sólo necesita el plus de confianza que dan los partidos y la responsabilidad. Un golpe directo a la línea de flotación de La Masía, mientras Carvajal, aquel chico con lagunas defensivas que veía desde el banco como se desenvolvía Montoya en las categorías inferiores de la selección, disfruta al lado de la Castellana del éxito negado al catalán.
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