Carta a Preciado

Me has dejado roto, Manolo. Me has pillado de imprevisto, descolocado de buena mañana. Fuiste siempre un tío grande, como se te reconoció en muchísimos medios de prensa, y obtuviste el aprecio de Santander y Gijón. Cantabria y Asturias. El hombre detrás del bigote que en ruedas de prensa decía las cosas como las sentía y como las entendía. Brutalmente honesto. Honestamente brutal.

Un tipo humilde, que aseguraba que no entendía tanto aprecio. Que él sólo era un entrenador de equipos humildes, que nunca había estado en un ‘grande’. A toro pasado, se puede asegurar, Manolo, que fuiste grande precisamente por hacer grande a los equipos humildes a los que entrenaste. Levante, Sporting, Racing, Gimnástica de Torrelavega.

Maldita sea, Preciado. Con lo que has aguantado en vida, no puedes dejarnos a todos así. Fallecimientos de hijos, de padres, de amigos. Y tú, con dos cojones, como buen cántabro, tiraste para delante con sentido del deber y determinación. No había obstáculo para tí que no pudieses superar. He ahí tu grandeza. Ese par de huevos. Metafóricamente hablando, claro.

Te voy a ser sincero, Manolo. Como racinguista, aún albergaba esperanzas de que te decidieras a volver por El Sardinero, para que obtuvieses el reconocimiento que se te negó por la dirección del club tras tu etapa en el Racing. Para la memoria dejas aquel partido en el Santiago Bernabeu, donde hiciste ganar a un equipo humilde por 2-4 al todopoderoso Real Madrid galáctico, con más de 8000 cántabros abarrotando el gallinero del fondo norte.

Se te va a echar de menos, Manolo. Sólo espero que encuentres allá donde estés la paz que mereces y que tanto te costó encontrar en vida. Me niego a ser una persona que vive por y para el fútbol. Es la mejor frase que un hombre que ha vivido del fútbol puede decir. Quizás ahí estaba tu secreto. Que eras persona por encima de este maldito deporte que todo lo inunda y que a todos nos obsesiona.

Manolo, descansa, que te lo has ganado. Tus paisanos de Cantabria, y tus paisanos de adopción, en Asturias, no te olvidaremos. Porque eras un grande.