Álvaro Benito y el acorde incompleto
Dice la RAE de “acorde” —en lo que a su acepción musical se refiere— lo siguiente: “Conjunto de tres o más sonidos diferentes combinados armónicamente”. A simple vista, nada complicado de lograr, siempre y cuando instrumento y destreza se asocien para lograr el ritmo deseado.
Álvaro de Benito Villar, antes de apasionarse por la música propiamente dicha, quizás no era consciente del valioso instrumento —permitanme la metáfora— que suponía su depurada pierna izquierda para la exigente “orquesta” madridista: un instrumento capaz de regalar al aficionado verdadera música celestial.
Y no lo descubrió cualquiera: lo vio por primera vez un romántico de los que cada vez escasean más en los banquillos de los estadios, un excelente director de orquesta como es el gran Jorge Valdano, encargado también de dar la alternativa a otros “grandes músicos” de la historia del fútbol, como Raúl González o José María Gutiérrez ‘Guti’.
Pero, a pesar del gran descubrimiento del técnico argentino, lo cierto es que, cada vez que el imberbe intérprete se encontraba a punto de lograr una bella sinfonía que regalar a su público —el del Estadio Santiago Bernabéu—, su cruel instrumento no dudaba en estropear todos y cada uno de los acordes del que se presuponía un halagüeño recital. Y tocaba volver a empezar, y su inseparable socio le volvía a fallar; pero Álvaro, tozudo como él solo y consciente de que el problema no era la falta de talento, volvía a empezar una y otra vez, encontrándose siempre con idéntico resultado: acordes incompletos que iban persiguiendo notas sin lograr una canción (como diría el eterno Antonio Vega en el tema interpretado junto al gran Pau Donés).
Así transcurrió la trayectoria profesional de Álvaro Benito, durante la cual pasó más tiempo como pasajero de vuelos de ida y vuelta para reparar su malparado instrumento en afamados talleres de medio mundo, que haciendo gala de su maestría en la orquesta que había visto en él a un verdadero diamante que pulir.
Porque Álvaro tenía talento. Y mucho además: era uno de esos “músicos” capaces de dejar perplejo al público asistente; uno de esos superdotados capaces de hacer música —y que sonara bien— con una vajilla de cocina. Pudo llegar a tocar en la Filarmónica de Viena, pero las constantes averías del instrumento más valioso de la joven promesa, se cruzaron en su camino para mitigar la que podría haber sido una de las más dulces melodías jamás escuchadas.
De Ávila a Madrid en plena adolescencia
Con 14 años le llegaba a Álvaro —formado en las categorías inferiores del Real Ávila— la oportunidad de su vida: los encargados de la cantera de uno de los “grandes” del fútbol español se interesaban seriamente por hacerse con sus servicios. Como suele ocurrir en el 99% de los casos, el joven Álvaro no dudó ni un instante e hizo las maletas rumbo a Madrid, donde formaría parte de una de las “generaciones de oro” que ha dado la fábrica madridista.
Oportunidad en el primer equipo de la mano de Jorge Valdano
Corría la temporada 1995/1996, con el tándem Valdano-Cappa en el banquillo del club ‘merengue’, cuando a Álvaro Benito le llegaba su primera oportunidad en el fútbol profesional: fue durante la 1ª jornada liguera, en el acogedor Campo de Fútbol de Vallecas —con el recordado exguardameta Wilfred Agbonavbare en la portería rayista—, donde el joven centrocampista disputaría sus primeros 20 minutos como profesional, ingresando al terreno de juego en detrimento de un consagrado Amavisca.
A partir de ahí, las apariciones de Álvaro en la convocatoria madridista fueron una constante, logrando su primer tanto como jugador blanco en el que fue su primer encuentro como titular en el Santiago Bernabéu. Probablemente fue en aquel partido donde el joven jugador presentó, de manera formal, sus credenciales para convertirse en una pieza fundamental del conjunto madridista en años venideros.
“Lo primero que me dijeron en el Real Madrid fue que represento al club durante las 24 horas del día” Álvaro Benito
Con una técnica depurada, una velocidad más que notable y un olfato goleador —sin ser delantero— sobradamente demostrado, era una obviedad que en la ‘Casa Blanca’ tenían “jugón” para rato (aunque por aquel entonces el indeleble Andrés Montes aún no había puesto de moda la palabreja).
Primera lesión y vuelta al filial
Tras haber contado tanto para Jorge Valdano como para Arsenio Iglesias durante su primera temporada en el primer equipo madridista, la segunda campaña del salmantino en Chamartín comenzaría de la misma manera: con el imponente Fabio Capello en el banquillo blanco, Álvaro seguiría apareciendo en las convocatorias madridistas, llegando incluso a encadenar cinco encuentros consecutivos como titular en el once del técnico italiano.
Todo parecía marchar de maravilla para el centrocampista salmantino, que no imaginaba que un partido con la selección sub-21 pudiera llegar a convertirse en el punto de partida de su calvario, tanto físico como psicológico: aquel 12 de noviembre de 1996, en un partido de ‘la Rojita’ frente a Eslovaquia en Las Palmas, Álvaro Benito sufría una lesión de triada en su pierna izquierda —una de las lesiones más temidas por todo futbolista, al verse afectados ligamentos y menisco— que obligaría al futbolista a decir adiós a la temporada 1996-1997 y que, además, supondría su vuelta al filial madridista en la siguiente temporada, con la intención de que volviera a adquirir ritmo de competición tras los meses de inactividad que supuso la lesión.
Cesión al Tenerife
En el mercado invernal de la campaña 1997-1998, después de haber permanecido más de un año tratando de recuperarse y tras haber disputado tres encuentros oficiales con el Real Madrid B —y apenas 25 minutos con el primer equipo, durante un encuentro copero frente al Alavés—, el Tenerife llama a su puerta y solicita la cesión, por seis meses, del jugador madridista.
Al centrocampista salmantino no le quedaba otro remedio que aceptar la propuesta del club isleño si quería disfrutar de minutos que le permitieran retornar a la primera plantilla madridista y continuar con la que se atisbaba una prometedora trayectoria.
Contra todo pronóstico, en Tenerife Álvaro recae de su lesión, lo que provoca el final de su periplo en la isla canaria con el paupérrimo bagaje de un par de encuentros disputados —ninguno de ellos completo— y con la amarga sensación de tener que volver a empezar desde cero en el restablecimiento de su rodilla.
Larga etapa de calvario
A Álvaro le tocaba ahora centrarse en iniciar un largo proceso de recuperación, y ya ni siquiera con la esperanza de volver a jugar en el Real Madrid, sino con la de poder, al menos, retornar algún día la práctica del fútbol a nivel profesional.
Así, el salmantino vivió durante casi cuatro años en una lucha permanente por resucitar a su maltrecha rodilla izquierda. Durante ese periodo —en el que, además, sufrió un accidente de tráfico que supuso un duro revés en el proceso de recuperación—, a Álvaro le tocó visitar a más de un médico, tanto en España como en Estados Unidos, para encontrar una solución para su problema, a través de inocuas intervenciones quirúrgicas —injerto de menisco de cadáver incluido— que sólo lograron prolongar la agonía de una rodilla sin atisbo de recuperación.
Mientras tanto, el Real Madrid seguía acumulando títulos, y al bueno de Álvaro le tocaba unirse a sus compañeros en las celebraciones a ras de césped, donde sus manos se repartían la labor de sostener muletas y trofeos al mismo tiempo.
Retiro forzoso en Getafe
Todo parecía perdido para el castigado Álvaro tras nueve operaciones en cinco años, pero el destino le brindaría una nueva oportunidad. Su última oportunidad.
Corría el verano de 2002, con Álvaro ya desvinculado del Real Madrid —la temporada anterior había vuelto al filial, con 25 años— cuando un Getafe CF recién ascendido a Segunda División llamaba a las puertas del jugador para interesarse por sus servicios. Álvaro, que había sentido en los últimos meses una notable mejoría en sus sensaciones, no dudaba en aceptar la oferta azulona, incluyendo una claúsula por la que el futbolista podía abandonar el club presidido por Ángel Torres en caso de recibir alguna oferta de Primera.
Se hallaba Álvaro rebosante de esperanza e ilusión durante aquel verano, sin saber que pocos meses después, el 30 de diciembre de 2002, se iría para siempre no sólo el segundo año del recién estrenado siglo, sino también su fútbol; ese que encandiló a Jorge Valdano y que —quién sabe— podría haber dado al Bernabéu y a “la Roja” inagotables tardes y noches de fútbol si no se hubiera interpuesto en su camino el maldito menisco de su rodilla izquierda.
“Sus lesiones privaron al fútbol de ver a un grande. Le deseo lo mejor en la vida, en la música y en lo que haga, porque se lo merece” Raúl González Blanco, tras anunciar Álvaro su retirada definitiva del fútbol profesional
MOMENTO CUMBRE
Real Madrid-Sevilla FC de la temporada 1995-1996: primer partido de Álvaro como titular en el Bernabéu, en el que lograría su primer gol como jugador ‘merengue’ y presentaría sus credenciales para convertirse en un excelente jugador de cara al futuro.
MOMENTO INJUSTO
12 de noviembre de 1996. Partido de España sub-21 contra Eslovaquia sub-21 en Las Palmas de Gran Canaria, donde Álvaro sufrió la lesión que condicionaría el resto de su carrera deportiva y que le obligaría a cambiar el fútbol por la música en 2003.
TRAYECTORIA EN CIFRAS
Leandro Serrano