Fútbol y guerra en la antigua Yugoslavia

El siglo XX europeo está teñido de cambios, de conflictos bélicos, de crisis y de reencuentros. Dos guerras dejaron una Europa devastada a nivel político, económico y social, pero sobre todo dividida en dos bloques antagónicos, perdiendo la zona occidental el papel preponderante que había tenido hasta entonces. A partir de ahí tocó reinventarse, dejar las rencillas a un lado y unirse para buscar un futuro prometedor para la vieja Europa; un experimento que duró no más de cincuenta años. En la década de los noventa, la caída del Muro de Berlín y del Telón de Acero, así como la ampliación de la Unión Europea hicieron posible la unión de personas, de economías y, en último término, de naciones. Sin guerras, sin violencia, tan sólo por la vía diplomática. Salvo en los Balcanes.

En Europa, el hooliganismo se extiende en las décadas de los 70 y 80 como una explosión social hasta las desigualdades, pero en Yugoslavia adquiere un cariz político, nacionalista”. Son palabras de Jonathan Wilson, experto periodista de fútbol europeo de The Guardian, que explican perfectamente cómo el fútbol se convirtió en un catalizador de nacionalismos en los Balcanes a finales del siglo pasado. Nacionalismos que llevaron el fútbol —y todo lo que lo rodea— a la guerra.

Yugoslavia y el germen nacionalista

La antigua Yugoslavia se desmembró violentamente en la década de los noventa; el conflicto dio lugar a las conocidas comúnmente como Guerras Yugoslavas y, a su vez, a un conglomerado de países: Bosnia y Herzegovina, Eslovenia, Macedonia, Montenegro, Serbia y Croacia. Estos dos últimos estados fueron los que más tensiones albergarían, representando los dos polos de Yugoslavia social y económicamente.

Los estadios de fútbol yugoslavos fueron el laboratorio que recrearía lo que posteriormente ocurrió en la guerra; es el paso de la grada a la trinchera. En la Prva Liga, máxima competición futbolística yugoslava, participaron 18 equipos de diferentes ciudades, cada una con una afición detrás con una marcada ideología. Por ejemplo, el FK Sarajevo era el equipo de los bosnios musulmanes; el Zrinjski Mostar, el equipo de los bosniocroatas; el Borac Banka Luka, de los serbobiosnios. En resumen: un sinfín de ideologías contrapuestas que, cada fin de semana durante los años ochenta, profesaban en las gradas sus ideales no solo con palabras.

El partido de la guerra

El auge nacionalista tiene, sin lugar a dudas, un episodio destacable en el partido entre el Dínamo de Zagreb y el Estrella Roja. El primero era considerado el máximo exponente del nacionalismo croata, del que el propio Franjo Tuđman, presidente nacionalista de la Unión Democrática Croata que declararía poco después la independencia, fue presidente. El Estrella Roja, por su parte, era considerado como el equipo con más aficionados del país, representando al nacionalismo serbio más radical; en este militaba Zelijo Raznatovic, más conocido como ‘Arkan’, quien llegó, a finales de la década, a controlar los estamentos del club y a crear el aparato paramilitar de los ‘Tigres de Arkan’, ya con la guerra comenzada. Era, resumidamente, la lucha de los secesionistas contra los centralizadores; del nacionalismo centrífugo contra el nacionalismo centrípeto. Aparte de estas ideologías contrapuestas, la desunión era más alarmante sabiendo que, una semana antes del partido, el nacionalismo emancipador de Franjo Tuđman ganó en la aún república croata frente al comunismo emancipador serbio.

Aquel 13 de mayo de 1990, en el estadio Maksimir de Zagreb no se disputaría ni un minuto. Desde primera hora de la mañana, los tres mil serbios que viajaron con el equipo clamaban “Matemos a Tuđman” mientras se disponían a entrar en el campo. Allí ya comenzó la batalla, quemando asientos, golpeando a los aficionados que encontraban a su paso o incluso, de modo clarividente, la destrucción de un panel publicitario en el que aparecía la palabra Croacia. En el otro fondo del estadio, los ultras croatas montaron en cólera al ver la pasividad de la Policía; ésta, recibiendo órdenes de los mandos altos yugoslavos, arremetería contra los locales dejando impunes a los aficionados serbios.

El control de la situación se perdía definitivamente y, con la mayor parte de los jugadores en los vestuarios, comenzarán a saltar los aficionados de las gradas al césped. Uno de los jugadores allí presentes, Zvonimir Boban, estallará ante la represión policial de los aficionados croatas y golpeará con una patada a uno de los agentes. “Allí estaba yo, una cara pública preparada para arriesgar mi vida, mi carrera, todo lo que la fama puede comprar, todo por un ideal, por una causa: la causa croata”. Esa frase, posterior a la agresión, es un lema en Zagreb y será uno de los bastiones del nacionalismo croata frente al serbio.

Desenlace

Este es, sin más, un ejemplo clarificador de que la guerra estaba a punto de estallar. “Aquel partido avisó a la población, incluso a aquella que le daba igual el fútbol, de que la guerra llegaba”, aseguró poco después el sociólogo Neven Adjelic. Y es que para muchos croatas la desmembración de Yugoslavia comenzó aquel día, como se puede ver en la entrada del fondo norte del Maksimir Stadium de Zagreb. “Para los seguidores del equipo, que comenzaron la guerra con Serbia en este estadio el 13 de mayo de 1990”. Allí, los ultras cambiaron las gradas por las trincheras, mostrando que el fútbol no era más que uno de los campos de batalla que ellos mismos ocuparían en los siguientes años.

Foto de portada: jotdown.es

Óscar Rodríguez

Historiador y periodista a partes iguales. Deportivista a tiempo completo.

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