El último baile de ‘Laurie’

Un domingo cualquiera de principios de los 70 era habitual ver a Elias Cunningham llevar a su hijo ‘Laurie’ al mercado de Camden, en Londres, para comprarle zapatos y sombreros: el chico quería parecerse a su ídolo Fred Astaire, y en sus clases de baile era un puro espectáculo. Sin embargo, encontró su Gingers Rogers particular en un balón de fútbol, su otra pasión; Highbury Park le quedaba a unas pocas manzanas de casa, por lo que entró a formar parte de las categorías inferiores del Arsenal.

Desde muy temprana edad, sus habilidades con el balón en los pies eran ya todo un clamor por la capital inglesa y, aunque fue rechazado por los ‘Gunners’ por su continua impuntualidad, firmó su primer contrato profesional a los 17 años con el Leyton Orient, un club modesto del este de Londres que entonces jugaba en la Segunda División inglesa.

En Brisbane Road rápidamente se distinguió como un hábil extremo izquierdo. Allí jugó durante tres temporadas, y fue tal su papel que se convirtió en uno de los primeros jugadores negros en representar a Inglaterra a cualquier nivel. En abril de 1977 fue alineado para un partido de la sub-21 y fue una auténtica tortura para la defensa escocesa, a la que bailó hasta anotar el gol de la victoria, ganándose los elogios de una prensa británica maravillada.

Pero fue en el West Bromwich Albion, uno de los clubes fundadores de la Football League, donde realmente Cunningham se hizo un nombre en el fútbol. El WBA era un equipo que intentaba estabilizarse en la Primera División, y que vivió su época más gloriosa con la llegada de la incipiente estrella. Bajo el mando de Ron Atkinson, los ‘Baggies’ conformaron uno de los equipos más atractivos de la época. El paso lo marcaba el tridente de arriba: el propio Laurie Cunningham, Brendon Batson y Cyrille Regis.

Eran conocidos como “The Three Degrees” en honor al legendario grupo de soul americano. El hecho de que las figuras del WBA fueran tres jugadores negros contribuyó a la lucha contra el racismo endémico que, en aquella época, marchitaba los campos de fútbol ingleses. La mentalidad de gran parte del país no cambió de la noche a la mañana, pero a partir de los logros de estos futbolistas se allanó el camino a las siguientes generaciones de jóvenes para que tuvieran la oportunidad de mostrar su talento.

Cunningham solo estuvo dos temporadas en el conjunto blanquiazul, pero dejó huella: en la temporada 1978/79 el WBA consiguió el tercer puesto (el mejor de su historia desde que en 1920 se hiciera con el doblete) y alcanzaron los cuartos de final de la Copa de la UEFA, doblegados por el que más tarde sería el subcampeón de la competición, el Estrella Roja de Belgrado. En octavos de final tuvo lugar el partido que le cambió la vida a Cunningham; fue contra el poderoso Valencia de Mario Kempes, y su actuación esa noche llamó sobremanera la atención del maestro Vujadin Boškov.

Meses más tarde, el Real Madrid se hacía con los servicios de Cunningham, convirtiéndose en el fichaje más caro de de su historia y en el primer británico en vestir su camiseta. De blanco, tuvo como compañeros de baile a ‘Pirri’, García Remón, Camacho, Del Bosque, Stielike, ‘Juanito’, ‘Santillana’… y conquistó dos Ligas y una Copa del Rey. También resultó fundamental para llegar a aquella fatídica final de la Copa de Europa para el madridismo ante el Liverpool, pero ha pasado a los anales por ser el único jugador del Real Madrid que ha salido ovacionado del Camp Nou tras una majestuosa exhibición.

El Santiago Bernabéu estaba encantado con la electricidad y potencia de este jugador. Sin embargo, Cunningham pronto comenzó a experimentar las veleidades de la noche madrileña, con “La Movida” en su máximo apogeo. A esto se unieron los dimes y diretes entre el Real Madrid y la selección inglesa por su cesión para los partidos internacionales y, lo peor, las continuas lesiones que lo apartaron prácticamente dos años de los terrenos de juego, pero no de las discotecas. Aunque siguió mostrando destellos de brillantez, tristemente Cunningham no volvió a ser el mismo, y pactó con el equipo blanco una breve cesión al Manchester United, donde volvería a coincidir con ‘Ron’ Atkinson (quien más tarde sería entrenador del Atlético de Madrid), y posteriormente al Sporting de Gijón.

Una vez liberado, comenzó una ruta por Europa: Olympique de Marsella,  Leicester City, Rayo Vallecano y Sporting Charleroi, antes de volver temporalmente a Londres para jugar en el  Wimbledon, donde formó parte del famoso “Crazy Gang” que derrotó al Liverpool en la final de la FA Cup en 1988, vengándose de aquella final perdida siete años atrás con el Real Madrid.

Ya en el ocaso de su carrera, Cunningham volvió a vestir la camiseta del Rayo Vallecano, con el que hizo su último baile, siendo clave para el segundo ascenso a la Primera División en la historia del equipo rayista. Al finalizar la temporada, el contrato del jugador expiró, pero ambas partes habían llegado a un acuerdo para que se reincorporara a las filas del equipo.

Trágicamente, Cunningham nunca consiguió esa segunda oportunidad en la máxima categoría de la Liga española, perdiendo la vida en un accidente de tráfico. Tenía tan sólo treinta y tres años de edad y, aunque su carrera nunca alcanzó el nivel de su talento natural, fue un icono y pionero en la lucha para extinguir el racismo que había estrangulado al fútbol durante años. Hoy, ‘Laurie’ hubiera cumplido 59 años; los que tuvieron el privilegio de verlo en pleno baile, a buen seguro no lo habrán olvidado.

Foto de portada: theguardian.com
Foto destacada: telegraph.co.uk

Jesús Gil

Químico de Barbate en la capital del Reino, Redactor en 'El fútbol es injusto' y 'Toda una amalgama', Autor de 'Radical Barbatilo' y CIBAthletic.blogspot.com, Bonapartista y ¡MADRIDISTA a muerte! Genial, no?

Un comentario en “El último baile de ‘Laurie’

  1. Muy oportuno este artículo. Uno de los jugadores que más pasión despertó en los aficionados madridistas de la época. A su exotismo natural unía un talento poco común. En poco tiempo se hizo con el corazón de una afición ávida del talento aglutinador que habían supuesto otros jugadores. Fue una lástima que no lograra entender lo que era el R. Madrid y de lo que de él se esperaba. Fue un hombre que traía marcado a hierro y fuego la tragedia. Descanse en paz Laurie.
    Del redactor después de lo leído sólo me queda el felicitarlo porque mejora con cada artículo. Ánimo Jesú, sigue así. Suerte

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