Matthias Sindelar, el primer crack mundial

Todos habéis oído hablar de Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Maradona, Zidane y Messi/Cristiano Ronaldo. Todos. Tranquilos, de esos no voy a decir nada más. Hoy, hablaremos de la que quizás fuese la primera estrella mundial del fútbol, antes de la maldita Segunda Guerra Mundial que todo lo arrasó. El primer jugador en hacer anuncios publicitarios y aparecer incluso en largometrajes de la época. El primer supercrack. ¿Brasileño? ¿Inglés? ¿Italiano? ¿Español? Error. Austríaco.

Suena raro, ¿eh? Matthias Sindelar, nacido en la zona limítrofe entre Austria y Checoslovaquia. En 1906 se trasladó a Viena con su familia, cuando contaba con 3 años, para que su padre encontrase trabajo. En las calles de Viena fue donde comenzó a jugar y a desarrollar su extraordinaria habilidad para regatear y rematar a puerta, y donde recibiría su apodo de ‘Hombre de papel’ por su habilidad para colarse entre los defensores. A los 15 años, en 1918, Sindelar llega al filial del Austria de Viena y, poco después, comienza a jugar con el primer equipo. En sus tres primeras temporadas, consigue ganar 3 Copas de Austria, aunque no ganaría la Liga, dominada por el Rapid de Viena.

Hoy en día, nadie piensa en Austria como una potencia del fútbol mundial. Ni siquiera europeo. Ni a nivel internacional ni a nivel de clubes. Su cercanía a otros países con ligas más potentes como Alemania o Italia hacen que Austria sea un país condenado a ver marchar a sus figuras a otras ligas más fuertes y más pudientes económicamente. Y a nivel internacional, sólo se ha clasificado para una Eurocopa. Sí, a la que organizaban con Suiza, y a la que se clasificaron como anfitriones. Pero a raíz de 1926, Matthias Sindelar hizo de Austria un equipo temible, que venció con soberanía meridiana a equipos como Alemania (a los que llegaron a marcar sendos 5-0, uno de ellos con un hat-trick de Sindelar), Francia o Inglaterra.Con la selección austríaca, Matthias Sindelar disputó 44 partidos, marcando 27 goles. Una marca nada despreciable.

En Mundiales, la cima del fútbol austríaco se encuentra en semifinales, eliminatorias que alcanzaron en 1934 y en 1954. En 1954 fueron absolutamente arrollados por Alemania con un contundente 6-1. Sin embargo, el gran momento de Austria debería haber sido en 1934, durante la Copa del Mundo celebrada en Italia. Y digo debería, no por la derrota, que cualquier equipo puede perder en una eliminatoria, por buenos que sean. Si no por la situación.

La Copa del Mundo de 1934 se celebró en Italia, durante el gobierno de Benito Mussolini. El líder fascista, ignorante total del fútbol, pero lo suficientemente espabilado para darse cuenta del poder propagandístico de este deporte, no dudó en hacer lo posible para que Italia saliera vencedora: tratar de convencer a rivales y a los árbitros para que ayudasen en la empresa a cambio de ciertos beneficios.

Tras ganar 7-1 a los americanos en primera ronda, Italia disputa un partido contra la España republicana, con la que empata. El partido fue más bien una batalla campal donde republicanos izquierdistas y fascistas se encontraron frente a frente. Entre patada y lesiones, un gol para cada equipo, precisando así de un partido más de desempate. Termina venciendo gracias a un gol de Giuseppe Meazza y sellando su pase a semifinales, pese al desempeño de España que le valió para llevarse el apodo de ‘La Furia’. España caía en cuartos incluso en su primera participación en una Copa del Mundo.

Austria, por su lado, venció 3-2 a Francia, con Sindelar marcando el primer gol del partido. En cuartos, venció 1-2 a Hungría, la primera fase de aquella temible Hungría que alcanzaría la final de la Copa del Mundo celebrada en Francia 4 años más tarde. Hasta aquí todo bien. Ya están las semifinales hechas: Italia – Austria.

Se sabe que Benito Mussolini mandaba en toda la organización del torneo. Horarios, sedes, designación de árbitros… De hecho, la sede de la semifinal frente a Austria fue alterada, de Roma a Milán, donde nació el movimiento fascista.  Y el árbitro designado fue Ivan Eklind, sueco y admirador de Il Duce. Como se demostró durante el partido: un arbitraje escandaloso permitiendo a los transalpinos dar patadas a diestro y siniestro, y cortando jugadas de ataque austríacas con excusas ridículas, dieron por resultado final un 1-0 a favor de Italia, y relegando a Austria a disputar el partido por el tercer y cuarto puesto ante la Alemania nazi. Partido que, curiosamente, perdieron.

La Copa del Mundo fue conquistada por Italia, como cabía esperar. En la final se impusieron a Checoslovaquia tras otro absurdo arbitraje de Ivan Eklind (primera y única vez en la historia que el mismo árbitro dirige una semifinal y la final), permitiendo a Il Duce salirse con la suya celebrando que su Italia fascista había sido la ganadora.

Aquella podría haber sido la gran oportunidad de Matthias Sindelar. Sin embargo, las malas artes de un jefe de Estado sin escrúpulos le costaron la gloria. Pese a todo, aún tendría la oportunidad de luchar en los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936 por conseguir la gloria internacional que le confirmase como el mejor jugador del Mundo.

Está claro que Hitler, aprendiendo de Benito Mussolini, decidió meter mano y sacar ventaja del fútbol y el deporte en general. Lo tenía bien claro cuando organizó los Juegos Olímpicos de 1936, que le servirían como escaparate mundial a Alemania y a él mismo al resto del mundo, como ejemplo de lo que la “raza superior” debía ser. Pero no se debía dejar al libre albedrío, así que como su compañero dos años antes, se encargó de que no hubiese equipos no deseados en la final.

Matthias Sindelar estaba ante su oportunidad de gloria. Esperaba que no sucediese lo mismo que en Italia. Al fin y al cabo, no olvidemos que Hitler era austríaco de nacimiento, y Alemania había perdido en primera ronda con Noruega en el primer partido de fútbol que el Führer veía en su vida. Quizás fuera con ellos.

Un arbitraje muy controvertido con Perú en cuartos de final, favoreció clarísimamente a Austria, anulando 3 goles a los sudamericanos en el tiempo extra. Pero aún así, Perú ganó por 4-2 y obtuvo su pase a semifinales. O eso pensaron ellos. Hitler exigió una revancha porque un equipo como Perú, no podía ganar a una selección de la calidad de Austria. Como era de esperar, la selección sudamericana fue ignorada en sus protestas, y como señal de descontento por el trato recibido, tanto ellos como la delegación de Colombia abandonaron Alemania. Austria era ganadora del partido por defecto.

En las semifinales, no precisaron de ayuda, ganaron por 1-3 a Polonia y sellaron su pase a la final. Sin embargo, Sindelar y compañía se tendrían que ver las caras con los italianos, de nuevo. Se adelantó Italia, empató poco después Austria y en el último minuto de partido, Italia se volvió a adelantar. No tengo datos de que esto estuviera amañado, pero evidentemente, suena raro, que precisamente en el último minuto marquen un gol en la final.

El pobre Matthias Sindelar gastó ahí la última bala para tratar de ganar algo con su selección, puesto que él no sabía que apenas 3 meses antes del Mundial de 1938 celebrado en Francia, la Alemania nazi se haría con el control de Austria con la inactividad de Reino Unido y Francia como testigos. De modo que la selección austríaca dejaba de existir, y los mejores jugadores austríacos, pasarían a ingresar al equipo del Tercer Reich. Y es ahí cuando empiezan los problemas: Matthias se niega a jugar para la Alemania nazi.

Apenas 3 semanas después de la invasión, Alemania organiza el último partido de Austria como selección, en un duelo frente a Alemania. Sindelar juega con Austria, y es fuertemente advertido, junto con el resto de sus compañeros de selección, de que si no quieren problemas, que lo mejor será que dejen que Alemania gane el partido, ya que habrá una alta afluencia de altos mandatarios nazis. Haciendo oídos sordos, Austria gana por 2-0, con el segundo gol de Sindelar, que lo festejó ruidosamente bailando frente al palco de autoridades.

Dejó la selección, y rechazó las convocatorias de la Selección alemana continuamente, pero siguió en el Austria de Viena, con sus amigos de toda la vida, demostrando su gran calidad, no sólo deportiva, sino humana. No dio de lado a sus amigos judíos que comenzaron a ser perseguidos por los órganos del gobierno. Este comportamiento, junto con las negativas a jugar con la selección alemana le reportaron muy malos informes de la Gestapo. 9 meses después, Sindelar moría mientras dormía por inhalación de monóxido de carbono. Su novia también.

Recibió un funeral de Estado, con 15.000 personas en la calle. Su muerte no fue accidental. Sus amigos buscaron a un médico y al jefe de policía de Viena para que dijeran que su muerte había sido un accidente ocasionado por una estufa de gas, ya que a los caídos en suicidios o asesinatos se les permitía tener un funeral de Estado. Pero las hipótesis sobre su muerte son dos: o bien fue asesinado por agentes alemanes por sus negativas y oposición al régimen y su amistad con judíos, declarada potencialmente peligrosa, o se suicidó al no poder disputar más partidos representando a su amado país. Aún a día de hoy, la incógnita sobre el motivo real de su muerte sigue vigente.

Recientemente, Matthias Sindelar fue elegido como el mejor deportista austríaco del siglo XX, por delante de Hermann Maier (esquiador, medallista olímpico y campeón del Mundo), o de Niki Lauda (triple campeón mundial de Fórmula 1). Algo tendrá Matthias para estar por delante de auténticas leyendas del deporte. Y quizás, no sea sólo su calidad, que según parece en toda la documentación consultada, es casi innegable. Si no también, como símbolo de la resistencia al nazismo y de lucha que representa al pueblo austríaco.

David García

Echo de menos el fútbol de los 90, las piernas peludas, los campos con barro y las gradas del campo sin asientos. Racinguista sufridor. Barça y Madrid me dan mucha pereza.

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