La transformación de Bojan Krkić

Cuando tu destino es un camino directo al éxito, todo lo que no sea lograr ese objetivo con inmediatez parece situar al sujeto protagonista ante un final abrupto abocado al fracaso. En el Camp Nou se hablaba continuamente de un chico que había en La Masía que tenía una facilidad asombrosa para ver portería, desde su llegada allí con ocho años. Un filón, un nueve de la cantera que por fin tenía las condiciones para triunfar en el primer equipo, en una posición cuya referencia siempre eran los fichajes a base de talonario. En siete temporadas en las diferentes categorías inferiores del club ‘culé’, alcanzó la espectacular cifra de 800 goles.

Aquel chico iba quemando etapas a gran velocidad, quizás demasiada; ese exceso le hacía ir escalando categorías y en cada una de ellas dejaba su impronta como goleador ante rivales de edades superiores. Entonces, ¿por qué frenarle? Al jugador se le proponían desafíos y este los iba superando con una facilidad pasmosa, como invitando a sus técnicos a plantearle nuevos retos que le pudiesen poner en aprietos; hasta que llegó el día en que ya sólo quedaba alcanzar la cima y hacer cumbre. A los 17 años, Bojan Krkić debutó en el FC Barcelona con la bendición de Frank Rijkaard. Ya sólo se esperaba una cosa de él: seguir metiendo goles como lo había hecho durante toda su infancia, y mostrarle al mundo, en uno de los mejores escaparates del planeta, el talento que llevaba dentro. Pero ahora ante la élite; frente a los mejores.

Con las expectativas y la repercusión creadas alrededor del futbolista, y ante la posibilidad de que la selección Serbia pudiese adelantárseles en captar a la futura estrella, la selección española se apremió a convocar a Bojan Krkić; lo hizo con 18 años. Todo era precipitado, hecho aprisa, corriendo y sin tiempo a parar para asimilar una vorágine de sucesos que muchos futbolistas no serían capaces de saborear en toda su carrera futbolística, y que el de Linyola estaba pisoteando con unas urgencias externas poco recomendables.

Sin embargo, la competencia en el club catalán era feroz con los Eto’o, ‘Ronaldinho’, Messi y Henry; además, en determinadas situaciones de la era Guardiola, debía alejarse del área para caer a los costados. Parecía en muchas ocasiones un niño jugando contra hombres, y la falta de físico era evidente cuando se tenía que enfrentar a centrales duros, veteranos y curtidos en mil batallas. Krkić no cuajaba, no cumplía las expectativas, e incluso cierto sector de la grada planteaba serias dudas sobre su valía para un equipo del nivel del FC Barcelona. Así, con un futbolista completamente estancado en una etapa que se suponía de crecimiento, afianzamiento y confianza, el club decide su salida a la AS Roma en el verano de 2011: una liga exigente, donde curtirse con un entrenador de la casa y la obligación de recuperar al jugador al final de temporada, a no ser que la Roma ejecutase una cláusula de 40 millones para su compra. Sin embargo, en el club romano Krkić sólo disputa 13 partidos como titular, y pierde la confianza de Luis Enrique: lo que pretendía ser un destino en el que un jugador joven consiguiese los minutos negados y necesarios se convierte en otro año sin la continuidad esperada.

El siguiente verano, nuevo cambio de aires en busca de oportunidades: otra vez en el Calcio, pero más al norte, en un histórico venido a menos como el AC Milán. El rol de Bojan en este equipo fue todavía más secundario que el desempeñado en la Roma, siempre por detrás de El Shaarawy, Pazzini y Balotelli; tampoco encontró su sitio de la mano de Allegri, aunque se rumoreó al final de la temporada que el club milanista intentó hacerse con los derechos del futbolista, pero sin realizar el pago de quince millones de euros que demandaba el FC Barcelona.

Nuevo verano y nueva aventura europea, esta vez a otro histórico pero de la liga holandesa: el Ajax. En el equipo neerlandés tuvo mayor protagonismo que en sus anteriores destinos; algo lógico por otra parte si nos paramos un momento a analizar la competencia en su puesto y la situación actual del club, que no vive de ninguna de las maneras uno de los ciclos más exitosos de su historia. Aún con todo ello, el equipo consigue el título de Liga.

Al final de la temporada y con un año más de contrato todavía con el FC Barcelona, pero ya sin interés en la continuidad del futbolista, el de Linyola debía tomar probablemente la decisión más importante de su breve carrera: decidirse a cortar el cordón umbilical que, de una forma u otra, le ha tenido unido desde niño con el club catalán. La emancipación definitiva, la mayoría de edad donde dos caminos se separan para, más que probablemente, no volver a encontrarse nunca jamás.

Finalmente, Bojan se decantó por el Stoke City; para quienes siguen la Premier desde la distancia, se trataba de un club poco menos que desconocido, lejos de los focos mediáticos de los equipos punteros actuales o de los menos punteros, pero con gran historia y tradición a sus espaldas. Daba la sensación de que era el declive definitivo de un jugador que tenía por aquel entonces 23 años, y un signo inequívoco de que el goleador de la Masía había desaparecido entre idas y venidas a diferentes clubs, sin encontrar ni su sitio en alguno de ellos ni una seña de identidad como futbolista profesional.

Pero para sorpresa de muchos —incluso de quien escribe— aquel Bojan sepultado por la aureola de goles que le precedía se transformó en otro futbolista completamente diferente e irreconocible por el rol tan dispar al que fue encomendado. Mark Hughes es el responsable de tan drástico cambio, tras plantear como prioridad el fortalecimiento físico del jugador catalán: tres kilos ha ganado Krkić desde su llegada a la Premier, lo que sin ningún género de dudas ha facilitado el tránsito desde una posición del campo a otra. No deja de sorprenderme como el entrenador galés haya siquiera imaginado que Bojan podría tener las cualidades para desenvolverse en una posición tan retrasada respecto a la que habitualmente había venido desempeñando en un terreno de juego.

He oído en varias ocasiones alabar el trabajo de Krkić en la mediapunta del Stoke City, pero discrepo de esa etiqueta: lo que Mark Hughes ha logrado de Bojan, y lo que Bojan consigue aportar a Mark Hughes, es realmente superlativo, no por el hecho de que lo que haga sea algo prodigioso, sino por los orígenes del jugador catalán. Krkić se incrusta en el mediocampo inglés en tareas ofensivas, pero no con la labor habitual del mediapunta, sino siendo un jugador con mucho más recorrido: se trata de un futbolista que puede complementar a un mediocentro, organizador, que hace jugar y mueve al resto del equipo; distribuye, realiza transiciones rápidas, asiste y llega con peligro, algo utópico si nos trasladasemos unos meses atrás. Sin embargo, la felicidad futbolística de Bojan parece que nunca puede ser completa, tras la rotura hace unos días del ligamento cruzado. Ayer mismo fue operado y la recuperación se estima en cinco o seis meses, por lo que la temporada ya ha acabado para el jugador catalán. No se puede tener peor suerte: justo en el momento en que Krkić había encontrado su sitio en el mundo del fútbol.

De todos modos, podemos afirmar que aquel niño que marcaba goles de manera inagotable ya es parte del pasado, un vago recuerdo, una estadística deslumbrante. El actual Bojan ha crecido, ha madurado y ha dado paso a un futbolista más completo y que no tiene que rendir cuentas a nadie a través del gol, sino que forma parte del entramado, del mecanismo y de la elaboración para llegar a esa meta final que es batir al portero contrario. Demos la bienvenida al futbolista y despidamos al joven chantajeado y secuestrado por el gol al que Mark Hughes liberó sus alas para volar.

Miguel Mandías

De las cosas menos importantes que hay en la vida, el fútbol es la más importante.

Un comentario en “La transformación de Bojan Krkić

  1. Bojan fue en su día víctima de las prisas de un Barça necesitado de referentes. Exponer a los focos a un jugador a medio formar, creyendo que el prometedor destello de unos cuantos partidos extraordinarios consagran a un futbolista que no ha llegado a la veintena a veces supone condenarlo. Y si no, que se lo pregunten a Christiansen o a De La Peña, promesas de juventud abandonadas a medio camino.

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