La llama del fútbol se apaga en Parma

Entre la cordillera de los Apeninos, dentro de la región de la Emilia-Romaña, emerge una ciudad llamada Parma, atravesada y dividida en dos partes por el río Parma, afluente del Po. En esa encrucijada geográfica se encuentra también la situación sentimental y real de su equipo de fútbol, con el mismo nombre que la ciudad; dividido y atravesado de muerte sobrevive como un pez fuera del agua, esperando dar su último aliento, acabando con una lenta agonía que lo destroza por dentro y por fuera.

Aquellos maravillosos años

El Parma dominó gran parte del buen fútbol de los años 90 en el calcio italiano, con un elenco de futbolistas que abrigaban, a modo de posters vintages, las habitaciones de los adolescentes de medio mundo. Asprilla, Cannavaro, Buffon, Benarrivo, Zola, Thuram, Verón, Sensini, Crespo, Fernando Couto o Dino Baggio componían una columna vertebral de ensueño. 10 años y 10 títulos lo atestiguan: los parmesanos son, junto al AC Milan, los únicos que poseen más títulos internacionales que nacionales.

El equipo italiano era de esos capces de poner los pies en la mesa del rival y fumarse un puro con una sonrisa pícara y burlona; de ser capaz de dominar el mercado de fichajes gracias a la fuerte inversión del empresario Calisto Tanzi, dueño de Parmalat, la principal empresa alimentaria de Italia en aquella época.

Fueron años en los que se vivió a ritmo de vértigo y el éxito acompañaba al equipo de una manera rotunda, hasta que problemas financieros y judiciales llevaron a Parmalat a la quiebra: el grifo económico se cerraba y el Parma tuvo que desprenderse de sus grandes estrellas. Por primera vez en muchos años el equipo dejó de estar dentro del top-6 en la clasificación doméstica, e incluso llegó a vivir un descenso en la 2007-2008 del que se recuperó al siguiente año. Parecían nuevos tiempos en los que tocaba mutar, adaptarse y aspirar la melancolía que embargaba aquellas vitrinas repletas de títulos y las fotografías de unos rostros que ahora militaban en escuadras de máximo nivel.

Un desastre tras otro

El pasado año, el Parma logró alzar el vuelo alcanzando plaza para la Europa League, pero la comitiva de la Alta Corte de Justicia italiana le denegó dicha acreditación por no haber pagado 300.000€ de IRPF en el anterior ejercicio; su actual dueño Tommaso Ghirardi, quien entró en 2007 y había conseguido mantener al club con más pena que gloria, renunciaba al club tras esa humillación, aunque finalmente se mantuvo en el cargo. La búsqueda de un nuevo comprador para el equipo italiano era más que evidente. Un mal año en el que los gastos fueron grandes, ya que habían llegado refuerzos para jugar competición europea. Compuesto y sin novia, el Parma aguantó el chaparrón como pudo, intentando retener a algunas estrellas como Cassano.

Pero nadie imaginaría lo que estaría por llegar en esta: los resultados en el campeonato eran catastróficos y Ghirardi vendió el equipo a un grupo chipriota llamado Dastraso Holdings, que a su vez lo vendió por un euro a un grupo esloveno llamado Mapi Group. Giampietro Manenti fue nombrado presidente, anunciando que pagaría las nóminas de los jugadores, pero recientemente éste acabó entre rejas por un blanqueo de capitales: al parecer, el presidente estaba tratando de conseguir unos 4 ó 5 millones de euros a través de una organización criminal, la cual le habría garantizado liquidez para el Parma mediante transacciones financieras y tarjetas clonadas.

La crudeza de un club herido de muerte

La realidad del Parma es dura: abocado a una extremaunción inminente, agota sus últimos rayos de fútbol en una primavera que no florece sobre el Ennio Tardini. El fútbol se llegó a parar en la región Emilia-Romaña porque no había dinero para abrir el estadio un día de partido; a los jugadores se les adeuda 63 millones de euros en salarios: hace siete meses que no cobran. No hay para pagar la luz, ni taquilleros ni personal. La maquinaria del gimnasio está embargada, la recaudación de la taquilla o incluso los banquillos, que fueron comprados por aficionados y devueltos al club para que pudieran disputar sus encuentros, ni la tintorería ni el comedor de la ciudad deportiva funcionan ya. Todo parece abocado a una bajada de telón de cualquiera de las maneras.

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El Parma juega por dignidad, con una carga psicológica que pesa como una roca; lo hace por sus aficionados, por intentar acabar de morir de la mejor manera posible. El fútbol estuvo parado hasta tres semanas, los jugadores no quieren jugar sin afición y no se sienten arropados por las instituciones.

En un puesto cercano al Ennio Tardini, hoy se venden bufandas a 1€ cuando hace meses se hacía a 10; la tristeza se contempla en los rostros que de un modo más pausado del habitual acceden al campo, conocedores de su destino y de su tragedia, sabiendo que más temprano que tarde aguarda la muerte, la de unos colores que tienen coherencia desde que se es niño. Al fin y al cabo, eso es lo que se ve desfilar en los comienzos de una triste primavera italiana: niños en cuerpos de hombres, rotos de ilusión como el que descubre que Papá Noel no existe.

Foto de portada: goal.com
Foto destacada: delanterofalso.com

Yasser Tirado

Escritor que pretende hacer del fútbol una literatura de mesilla de noche, un enfoque distinto entre la densa niebla. Podéis ver mis proyectos en www.memoriasdeunbar.com

Un comentario en “La llama del fútbol se apaga en Parma

  1. Una pena enorme que este mítico club vaya a terminar así… Aún recuerdo como el tremendo equipazo del 99 dejó a las puertas de la final de la UEFA a mi Atleti, y pese a que nos cortaron la ilusión, quedé prendado de su juego y de los colores de esa preciosa camiseta. Ojalá ocurra el milagro y todo pueda solucionarse.

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