Jan Koller, un gigante con pies de oro

Desde la aparición de la selección española de Luis Aragonés y el Barcelona de Guardiola, se ha dejado de mirar con recelo a los futbolistas pequeños. Es más, no hace tantos años, la tendencia era la de buscar jugadores poderosos, que superasen el 1,80 de estatura y que fueran capaces de mantener un ritmo físico muy elevado durante todo el partido. Ahora, la irrupción de “los bajitos” ha logrado cambiar esa corriente de opinión. Se trata de jugadores con un centro de gravedad muy bajo, un tren inferior fuerte y una tremenda habilidad con el balón, cuyos ejemplos más importantes son Iniesta, Xavi o Messi.

Posiblemente, en ninguna de las dos categorías anteriores podríamos colocar a Jan Koller. O mejor dicho, en ninguna y en las dos a la vez. Nacido en la República Checa, ya destacaba desde su juventud por su elevada altura. Pese a ello, nunca le entusiasmó demasiado el baloncesto, que se hubiese adaptado mejor a su talla, decantándose por el fútbol. En sus comienzos, los entrenadores no tenían muy claro donde ubicarle, pues resulta complicado dar acomodo a un jugador de esas características. De hecho, en sus primeros años fue portero, y hasta poco antes de hacerse profesional no cambió su posición: se convirtió en delantero.

Debutó en el Sparta de Praga en el año 94. Lokeren y Anderlecht fueron sus equipos en Bélgica, hasta llegar, con 28 años al Borussia Dortmund, club que le permitió dar el salto a la fama. Con el conjunto alemán, y compartiendo vestuario con jugadores como su compatriota Rosicky, Jürgen Kholer, Márcio Amoroso o Jens Lehmann, logró la Bundesliga en su primera temporada y alcanzó la final de la Copa de la UEFA en 2002, contra el Feyenoord, un equipo con jugadores como Pierre Van Hooijdoonk, Jon Dahl Tomasson, o un jovencísimo Robin Van Persie. En este partido, y pese a perder por 3-2 en la prórroga, Koller marco uno de sus mejores goles como profesional —el que suponía el empate a dos—. En el minuto 58, recogió un balón aéreo con el pecho unos metros por detrás de la frontal del área del equipo holandés, y tras el bote, con una espectacular parábola, la mandó con la pierna derecha a la escuadra del cuadro holandés.

Y es que Koller no era un jugador al uso. Pese a su estatura, no era un gran dominador del juego aéreo. Obviamente consiguió muchos goles de cabeza, pero ese no era su fuerte. Se trataba de un futbolista extremadamente listo, con gran capacidad para el desmarque, y bastante más recursos ofensivos de los que parecía a simple vista. Pese a que no era un futbolista de movimientos muy estéticos, tenía un buen dominio de la pelota, y se movía bien en espacios reducidos.

Internacional por su país, tuvo la fortuna de coincidir con la mejor generación de futbolistas de la República Checa —desde su independencia en el año 1993—. Compartiendo vestuario con jugadores de la talla de Nedved, Rosicky, Poborsky, Cech, Ujfalusi o Milan Baros, vivieron su mejor momento en la EURO 2004 de Portugal. En ella, dirigidos por Karel Bruckner, lograron alcanzar las semifinales, y llegaron a soñar con conquistar el título europeo, lo que hubiese sido el mayor logro en la carrera de Koller. No obstante, la Grecia de Otto Rehagel les privó del sueño con un gol de Traianos Dellas en la prórroga. Al “Gigantón” le queda el consuelo de ser, hasta la fecha, el máximo goleador en la historia de su selección, consiguiendo la nada desdeñable cifra de 51 goles en 91 partidos internacionales.

La carrera de Jan Koller finalizó, tras un periplo por equipos como el Mónaco, Nuremberg, Krylia Sovetov o Cannes, en el equipo de su pueblo, el AFK Smetanova Lhota. Y así se retiraba uno de los futbolistas más peculiares y admirados del fútbol internacional, se ponía fin a la carrera de un jugador que quedará en la memoria de muchos aficionados al fútbol por sus peculiares características y su forma de dominar el juego desde las alturas.

Borja Fernández

“Si estás en el área y no estás seguro de qué hacer con el balón, mételo en la portería y luego discutiremos las opciones” (Bill Shankly)

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