El torpe más laureado

No son buenos tiempos para hablar sobre la defensa del Cagliari: con 47 tantos en contra, junto a Cesena y Parma, es el equipo más goleado de la Serie A. No es menos cierto que el repertorio defensivo en Italia sueña con tiempos mejores. Pero esta temporada en Cerdeña han compartido experiencias con Zdeněk Zeman, el virtuoso técnico que dijo aquello de “si logras que tu equipo marque 90 goles realmente no importa cuántos goles haya concedido“, evidenciando su estilo poco italianizado.

En otras palabras, el checo no puso ningún empeño —y de hecho fue destituido antes de que acabara el año— por hacer una oda al fútbol del Cagliari campeón; el Cagliari de ‘Gigi’ Riva. El ‘Rombo di tuono‘ lideró un equipo que también se jactaba de tener una sólida línea defensiva, aunque luego la historia solamente rescatara las hazañas del legendario delantero. En aquel vestuario, el rey del gol de la década presetentera —Riva fue capocannoniere en 1967, 1969 y 1970— tuvo la espalda cubierta por, entre otros, Comunardo Niccolai: un stopper nacido en la Toscana que, curiosamente, pasaría a la historia como el Re degli autogol (‘Rey del gol en propia’). ¿Curioso, verdad? El mejor goleador de la historia del club rossoblu trabajando codo con codo con el rey del autogol.

El nombre de Niccolai, hijo de padre futbolista (portero del Livorno a finales de los años 20), suele ser frecuentemente utilizado por el sector periodístico y los aficionados italianos cada vez que una acción ridícula conlleva un gol en propia. Una de sus grandes obras sucedió en mitad de la campaña 1971-72; los sardos recibían al Catanzaro, un equipo provincial procedente del corazón de Calabria y destinado al descenso. El marcador reflejaba el 2-1 a favor de los locales hasta que, en el descuento de la segunda parte, una de las últimas acometidas del conjunto visitante acabó con el balón flotando en la zona del punto de penalti. Niccolai, ante la incrédula mirada del histórico guardameta Enrico Albertosi, empujó el balón en dirección a su propia portería después de haber confundido un chiflo de la grada con el fino ruido del silbato del árbitro Lo Bello. Su sentido auditivo le había jugado una mala pasada y al defensa no se le ocurrió otra misión que colar el balón en el arco de su equipo; a pesar de todo el balón no entró. Mario Brugnera, un centrocampista de 170cm que merodeaba por el área intentando defender la jugada del Catanzaro, intuyó el despiste de su compañero y reaccionó a tiempo para sacar la mano. Aunque su esfuerzo resultó insignificante, ya que el colegiado terminaría decretando penalti como correspondía y Spelta empató desde los once metros.

Aquel pinchazo no tuvo mayor peso en el desarrollo del porvenir de la escuadra en la Liga. Sin embargo, el eco de su torpeza ya había empezado a retumbar en el año del Scudetto (1969-70); esta vez el maestro del autogol abusó de su hechizo y a punto estuvo de mermar el logro más estimado por el aficionado rossoblu. El 15 de marzo de 1970 se jugaba una Partita-Scudetto, un Cagliari-Juventus que prácticamente definiría al Campeón de Liga. Llegada la primera media hora, un centro lateral colgado por los bianconeri acabó siendo rematado con una peculiar maestría por Niccolai. El ridículo no llegaría a mayores gracias a ‘Gigi’ Riva que, en contraposición a su compañero, tenía la presuntuosa habilidad de resolver contextos adversos. El enfrentamiento acabaría con reparto de goles y la isla terminaría el curso celebrando el campeonato.

Tal y como escribió John Foot en Winning at All Costs: A Scandalous History of Italian Soccer, la habilidad de Niccolai para marcar goles tan bizarros en la década de 1960 llegó hasta tal punto de gravedad que, desde entonces, los italianos aluden a las tragedias del jugador para referirse a los problemas personales de la vida diaria. Por otro lado, siendo 1970 un año mundialista, el valor individual de Comunardo Niccolai en la consecución del Scudetto fue premiado con su participación en México; los goles en propia no dejaban de ser una excusa para rellenar artículos, ergo la realidad defensiva del Cagliari era muy diferente a la fama de Niccolai. Al conjunto de Manlio Scopigno, además de caerle goles del cielo en ataque, pudieron meterle mano tan solo en 11 ocasiones (la mitad que sus máximos perseguidores, el Inter y la Juventus). Así se entiende que junto a varios de sus compañeros de equipo (Albertosi, Gori, Cera, Riva, Domenghini), de no haber sido por las panteras brasileñas, se quedara un paso de cerrar un círculo maravilloso en el Estadio Azteca. Ese es el mayor argumento por el que aún hoy Niccolai no se toma en serio su fama; porque detrás de la torpeza, hubo también un gran jugador.

 

Foto de portada: subitounbrivido.com
Foto destacada: forza27.com

Xabi Esnaola

Ganar es mejor que empatar, y empatar es mejor que perder.

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