Omar Abdulrahman: la lucha del nómada

En Hadramaut la vida nunca ha sido fácil; no lo es ahora ni lo ha sido a lo largo de los casi 3.000 años de historia que tiene el pueblo que habita esta región del planeta. La vida del nómada jamás ha sido algo sencillo.

La zona tuvo su momento de esplendor cuando era el nexo que unía las rutas comerciales que transcurrían entre la India y África. Era punto de paso obligado para conseguir el incienso y las sedas que se producían en la región, y cuyo comercio proporcionaba cierta riqueza y estabilidad a los hadrami: el puerto de Qana era un hervidero de mercaderes en busca de fortuna.

Hoy todo eso es pasado, un tiempo olvidado hace mucho. A principios del siglo XIX, la inestabilidad producida por los conflictos bélicos de la región y una serie de malas cosechas propició el éxodo. Al igual que los irlandeses, los armenios o los judíos, el pueblo hadrami cuenta en sus memorias con una diáspora que les hizo emigrar de su mundo.

Los antepasados de la familia Abdulrahman fueron unos de los muchos que decidieron que la vida en Hadramaut no era lo que querían. Se mudaron al norte; la capital de Arabia Saudí, Riyadh, sería su destino. Sería el lugar en el que buscarían prosperidad para los suyos dejando atrás Yemen. Y todo ello a pesar de que siempre serían extranjeros en su destino: trabajadores sin cualificar y con pasaportes de Yemen siempre en sus carteras. Los saudíes no conceden la nacionalidad de cualquier manera a los inmigrantes que acogen. De hecho, no la otorgan.

Así, instalados en un suburbio de la capital saudí, los pequeños Ahmed, Omar, Mohamed y Khaled pasan los días jugando en la calle mientras su padre, también futbolista, observa desde la puerta de casa a los diamantes que tiene por hijos: el fútbol es su pasión. El talento de Omar es superlativo y no pasa desapercibido.

Al Hilal, el gigante del país y de la capital, lo reclama para sus equipos de formación; un yemení jugando en las categorías inferiores del gran equipo saudí

Son cuatro años en la cantera de los ‘Al Za’eem’ hasta que llega el momento de la verdad. El club lleva viendo y desarrollando su talento y su prometedor futuro y le ofrece su primer contrato. Como aliciente, junto al contrato, hay un pasaporte con la nacionalidad saudí para el joven Omar. La familia rechaza la oferta: quieren, necesitan, la nacionalidad para todo el núcleo familiar. No hay acuerdo; el club saudí se niega. El joven Omar abandona Al Hilal.

Lo que parecía un paso atrás no deja de ser más que una gran zancada hacia el futuro. No firmar por Al Hilal no acabó siendo algo negativo. Pronto llega una llamada que cambiará la vida de toda la familia y que hará que las cosas sean como son hoy. El futuro está en el Este, en una ciudad fronteriza con Omán. La oferta es irrechazable: Al Ain, el club más laureado del país emiratí, ofrece un contrato no sólo a Omar, sino también a sus hermanos, y pasaporte de Emiratos para toda la familia Abdulrahman. La respuesta es fácil; las maletas ya están preparadas.

Hoy la vida sonríe a los Abdulrahman: de los cuatro hermanos, tres juegan juntos en el conjunto de Al Ain, pues una lesión alejó del fútbol a Ahmed. Khaled se desenvuelve en el lateral zurdo, Mohamed percute desde su posición de volante izquierdo, y Omar es el hombre franquicia del club, el líder y el medio más imaginativo del continente asiático; posiblemente, el último gran talento asiático que sigue jugando en Asia.

Quizá pronto veamos a Omar en una gran liga europea mostrando, en el mejor escaparate posible, su repertorio de regates, de apariciones donde nadie le espera y de pases al compañero mejor colocado. Quizá pronto alguna afición que aún no se lo imagina acabe coreando el nombre de este fino trequartista de peinado peculiar. Si bien esto no será fácil: Omar es el ídolo de la afición emiratí, tiene a sus hermanos jugando con él y, siendo pragmáticos, un contrato que sólo un equipo de primer nivel podría mejorar.

En 2012, un permiso de trabajo no concedido frustró su fichaje por el Manchester City tras un periodo de prueba de dos semanas. Tres años después, y ya siendo un habitual en las formaciones de los Al-Abyad, ese permiso no habrá problemas para conseguirlo. Mientras ese nuevo traslado buscando un nuevo y mejor futuro llega, en Al Ain y en el conjunto nacional seguirán disfrutando de este hijo de la emigración de un recóndito rincón de Yemén, décadas atrás. Hoy, en Emiratos, disfrutan de un producto hadrami tanto como lo hacían antaño con el incienso que traían los mercaderes de Qana.

Un final feliz para una historia llena de obstáculos. Omar sigue demostrando su calidad tanto fuera como dentro de los terrenos de juego, ayudando a su familia, equipo y, en estos momentos, sobre todo a su selección, tal y como hemos podido comprobar en la tanda de penaltis que enfrentó a Japón y Emiratos Árabes Unidos por un puesto en las semifinales de la Copa Asia, con su lanzamiento al estilo Panenka.

Dani González

Entrenador Nacional de Fútbol. Me encanta el fútbol underground y sobre este fútbol escribo. El fútbol asiático, una pasión.

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