Giggs, Pissarro y el talento perenne

Durante mi infancia, solía haber una disputa todos los sábados a las cuatro de la tarde. Mi madre, aferrada al mando, intentaba ver la película empalagosa de turno; mi hermano y yo, aliados, hacíamos todo lo posible por poner la 2 de Televisión Española. No es que fuésemos unos locos de los documentales: es que la cadena pública había inyectado en nosotros el gen de la Premier League.

No entendíamos mucho de alineaciones ni de sistemas, pero nos encantaba lo que veíamos. Choques, fuerza, potencia, velocidad, emoción: nada que ver con los partidos del ‘Barça’ de Rijkaard a los que estábamos acostumbrados. Además, había un equipo de rojo lleno de españoles, y en otro jugaba Ryan Giggs, estrecho conocido mío del mundo de los videojuegos.

El tiempo fue pasando, los españoles fueron abandonando Anfield, y la 2 perdió los derechos televisivos de la Premier League. Yo también me fui haciendo mayor, y en ese camino conocí a Camille Pissarro.

Pissarro fue uno de los padres del Impresionismo. El hombre se dedicó, mayoritariamente, a pintar paisajes. Su estilo me cautivó desde el primer momento, casi tanto como la Premier, y me puse a indagar sobre él de manera poco menos que enfermiza. Entre la cantidad indecente de obras del artista francés que vi, me llamó la atención la progresiva transformación de los colores: la técnica era la misma, pero lo pintaba todo mucho más oscuro.

Pronto descubrí por boca de mi profesora que la causa del oscurecimiento progresivo había sido una enfermedad ocular sufrida por Pissarro. Es decir, que el tipo se las apañó para seguir siendo un genio pese a estar mermado. En ese preciso instante se me apareció por la cabeza Ryan Giggs.

Desde que le vi tocar un balón por primera vez hasta su retirada, Giggs adaptó mucho su forma de jugar a su limitación física. Conforme los años restaban potencia a sus carreras, Giggs sacaba más brillo a sus capacidades como pasador; por cada kilómetro de velocidad punta que perdía, añadía un nuevo movimiento táctico. Conocí a un habilidoso extremo galés y acabé despidiendo a un interior con un tremendo aplomo.

Ahora, no puedo evitar acordarme del otro cada vez que pienso en el uno. Así, Ryan y Camille, Giggs y Pissarro, han forjado una estrecha relación en mi cabeza. Genios en los que el talento le gana el pulso a las circunstancias.

Foto de portada: mundod.lavoz.com.ar

Miquel Muñoz Sánchez

Allá donde haya un balón, unos pies serán capaces de dibujar arte. Y si no, los cronistas se encargarán de que lo parezca.

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