Qué bueno que viviste, Galeano

La muerte ha secado la pluma de Eduardo Galeano. Pluma uruguaya, futbolera, de carácter, de orgullo y belleza. Pluma de las que hay pocas. Pluma de las que dejan rastro para siempre en el imaginario de los lectores.

Se ha alzado a la inmortalidad un héroe de los que no llevan capa, de los que viven para escribir, de los que no marcan goles sino vidas. Se ha marchado el hombre que mejor supo trasladar la magia del fútbol del pasto al papel.

“Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico una linda jugadita por amor de Dios.” Eduardo Galeano

Devoto de esta religión sin ateos, autoproclamado mendigo del buen fútbol, hincha innegociable del Nacional y sufridor de ‘La Celeste’, Galeano fue uno de los pocos intelectuales que declaró sin tapujos su amor por el balompié; era uno de esos locos que, como usted y como yo, lo dejaba todo a un lado en época de Mundial.

Bajo el amparo del sol y la mirada cómplice de la sombra encontró Galeano un resquicio para describir el deporte más hermoso del mundo. Allí se erigió como el dictador de su propio universo balompédico. Convirtió en arte un libro sobre fútbol, en el que cada punto es para la retina como una gambeta, cada coma parece un pase mirando al tendido, y cada capítulo transmite las mismas sensaciones que un partido trepidante.

“En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol.” Eduardo Galeano

Aquí abajo, el fútbol no para. Eduardo ya no está; sin embargo, el balón va a seguir rodando. Galeano no podrá vivir el próximo Mundial, pero a buen seguro estará presenciando cada partido de Uruguay desde las alturas junto a su querido Obdulio Varela.

Gracias, Eduardo, por acercarme a la literatura a través del fútbol. Gracias, Eduardo, por acercarme al fútbol a través de la literatura.