Copa, repetimos historia

Pocas competiciones promueven un ambiente tan hostil y, por momentos, estúpido en los despachos como la Copa del Rey; problemas con la elección de la sede, temores a que la figura regia soporte bochornosos improperios por parte de las aficiones, silbidos al himno patrio y un sinfín de polémicas absorbidas por la inoperancia de los inamovibles dirigentes de nuestro amado deporte.

Siempre se ha intentado mancillar el honor de esta competición restándole importancia hasta que un equipo se corona campeón. Pero lo cierto y verdad es que es la propia Federación la que contribuye a todo este disparatado bucle de no saber dónde se juega hasta no saber los candidatos, errores de formato a parte. Más de un futbolista —el último, Iniesta— ha declarado repetidamente que es una polémica más que sencilla de atajar: elegir sede antes del sorteo. No hace falta un coeficiente intelectual de alta gama para entender que siempre ha sido la solución más justa: justa para la ciudad organizadora y la inyección económica que supone la organización de un evento de este tipo, además de la ventaja de disposición de tiempo para su planificación. Justa para cualquier afición que sabría con meses de adelanto el destino de su trasero si quiere asistir al partido, y poder calcular su ruta. Justa para los equipos finalistas, puesto que nada habría que reprochar o demandar ni al rival ni a un tercero. Todo bien atadito desde el principio. Prevención antes que urgencia. Sencillo.

Días llevamos soportando el esperpento coloquial a cuatro bandas entre Federación, Athletic de Bilbao, F.C. Barcelona y Real Madrid. La primera conoce de sobra la respuesta blanca a una petición formal. Los finalistas, amparados en una falsa moral y empirismo de argumentos falaces, fáciles y pronunciados con la boca pequeña y el esfínter encogido, apelan a la distancia geográfica así como al aforo del estadio. Todo un batiburrillo de mentiras cara a la galería con el único fin de retorcer genitalmente la paciencia del vecino. Y mientras, el máximo órgano federativo deja que la presión y opinión pública tomen una decisión que él mismo debería haber tomado hace meses.

La hipocresía con la que se trata el asunto me provoca arcadas de carcajada histérica ante el esperpento de fantasmagórico entendimiento y cordialidad entre clubes. Y todo ¿para qué? Para terminar escogiendo el Camp Nou como sede para la final. ¿Era necesario realmente montar todo este teatrillo de calcetín cuando el menos ducho en la materia hubiese acertado todas las variables? La respuesta es evidente. Incluso ahora parecen encantados ambos clubes con la decisión final.

Pero toda esta algarabía mediática en defensa de los derechos de uno u otro club o afición no se entiende sin el verdadero trasfondo político que subyace en esta competición; o mejor dicho, cuando determinados clubes alcanzan la final. Política y deporte resultan en una combinación de nefasta digestión para el que suscribe, así que a riesgo de destierro digital o de que me sitúen en un margen u otro de los escaños, formularé la siguiente pregunta: ¿ha llegado el momento límite para cambiar el nombre de esta competición? ¿Por qué seguir llamándola Copa del Rey, sabiendo que todo lo que rodea a esta vetusta institución es aprovechado por unos pocos (o muchos) para desviar la mirada de lo realmente importante, que es el césped? Ni silbidos a figura humana alguna durante el himno de los clubes, ni quemas de bandera nacional, ni calentamiento global de cráneo a los insignificantes aficionados como yo en los meses previos. Solo fútbol: el partido.

En el mundo de la moda toda tendencia acaba volviendo: véase la cantidad de vello que puebla las barbas de más de uno. Tal vez deberíamos echar la vista atrás y recuperar lo que en su día funcionaba o, cuanto menos, resultaba apacible y poco beligerante: se aceptaba. Eso sí, lo que en mi mente es indubitado es quién debe tomar esa decisión, sólo que confío en él tanto como en los vocablos que vomita o balbucea: lo que mejor se le da al capo perpetuo de la Federación. Culpable.

Foto de portada: sports.yahoo.com

Javi Ferrer

Murcianico, "pater familias", abogado de a pie, amante del deporte rey y de mi "gente", del mar, la cocina y el cine. Autor de eldisparatedejavi.com y, en mis ratos libres, cronista aficionado. Si me preguntas quién fue el mejor de todos los tiempos, te responderé sin pestañear: Diego Armando Maradona ;) Eso sí, siempre con un poquito de "mala leche".

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