El loco Gatti y el gordito Maradona

Siempre hay un momento precoz, en las carreras de los futbolistas más grandes, repleto de descaro, convicción y categoría. Uno de esos momentos que distinguen a los futbolistas grandes de las leyendas y que habitualmente suponen el punto de inflexión definitivo para que se produzca esa sutil pero determinante diferencia.
Maradona, como representante supremo de todos los grandes del fútbol, vivió por supuesto un momento así. Una actuación que te hace comprender que las dimensiones del personaje en cuestión no entraban dentro de lo hasta entonces considerado como normal. Un aviso premonitorio de la insultante (y exultante) superioridad que con los años llegaría a mostrar el ‘Pelusa’ sobre un terreno de juego.

Ese día cambiaria para siempre la vida de el Diego y daría comienzo su especial relación con la Doce. Tras una memorable actuación Maradona salió de la cancha ovacionado, por primera vez, al grito de “¡Maradó, Maradó!”, pero no lo hizo vistiendo el jersey azul y oro, sino el rojo de Argentinos Juniors.

Corría el mes de noviembre del año 1980 y Boca se enfrentaba a Argentinos en la cancha de Vélez con vistas a definir la copa de Buenos Aires. Maradona contaba apenas 20 años, pero ya era una figura emergente del universo futbolístico: había debutado en el Nacional del ‘76 con Argentinos a la edad de quince años, entró en la preselección de Menotti para el Mundial del ‘78 (aunque luego se caería de la lista definitiva), y había salido campeón del mundial juvenil de Japón en el ‘79 con la albiceleste. Nadie dudaba de la calidad presente y de la proyección futura del crack argentino. Nadie excepto el otro personaje que nos ocupa: Hugo Gatti.

Hugo Orlando Gatti, conocido como el ‘Loco’, defendió el arco de Boca durante más de una década y fue todo un ídolo boquense, aunque en España ha acabado siendo más conocido por sus televisivas salidas de tono. Esta vez no fue menos. El día antes del encuentro el diario argentino La Razón publicó una nota que le hicieron a Gatti, en la que se le ocurrió decir -con nefastas consecuencias- que a Maradona lo estaban inflando los periodistas y que acabaría convirtiéndose en un gordito.

Esas palabras de intimidación hubiesen tenido el efecto deseado por Gatti en cualquier otro jugador, pero tuvo la mala suerte de toparse con el que acabaría siendo el mejor jugador de todos los tiempos. Un Dieguito que por aquel entonces ya acostumbraba a no rehuir de ninguna afrenta ni mucho menos a morderse la lengua.

Más que un problema de locura es un problema de celos. Para mí era un gran arquero pero ya no es nadie, le hacen goles estúpidos. Se mete conmigo por envidia.

Su amigo de la infancia y representante por aquel entonces, Jorge Cyterszpiller, procuró no sacar el dedo de la llaga y siguió agitando el ánimo del astro argentino, consciente de que el mejor combustible para el ‘Pelusa’ era la bronca. La misma mañana del encuentro Jorge sugirió a Diego acabar con toda esa historia en la cancha, haciéndole un par de goles a Gatti. Éste fue el impulso final para que el ‘Pibe de oro’ se decidiera a sentenciar al portero:

No Jorge, no. Dos no. Le voy a meter cuatro.

Así fue como, el domingo 9 de Noviembre de 1980, en la cancha de Vélez, Argentinos acabaría doblegando a Boca por cinco goles a tres. Y a pesar de que antes del partido Gatti se había acercado a Maradona a decirle que era un fenómeno y que él nunca había dicho eso, Diego no le tuvo piedad y acabó firmando cuatro de los cinco tantos, cumpliendo la promesa hecha a su amigo Jorge y definiendo una actuación mágica con una superioridad aplastante.

El primero de los tantos llegó tras un centro de rabona de Diego, que se estrelló en el brazo de un defensor y que el árbitro cobró como penalty. El lanzamiento fue suave a la derecha de Gatti, que se venció al lado contrario.

El segundo fue tras una falta lateral que Ruggeri le hizo al propio Maradona y que este aprovechó sacando rápido. La mala colocación de Gatti y el guante de el ‘Pelusa’ hicieron el resto. El balón se coló por arriba, por el segundo palo, después de golpear en la parte alta del poste, muy cerca de la escuadra.

El tercero tuvo lugar en un mano a mano. Pasculli tira un centro desde la izquierda al borde del área. Maradona la baja en carrera con el pecho, se abre un poco a la derecha y aprovecha el bote del balón para superar por arriba a Gatti con un toque muy sutil pero efectivo.

El cuarto y último llegaría dos minutos después, tras una gran pared con Pasculli. Abel Alves, (que ya había quedado retratado en el tercer gol) no dudó en hacer falta, puede que incluso fuera del área, aunque el colegiado la señaló fuera. El lanzamiento, prácticamente en la línea del área, fue ejecutado con fuerza y precisión al palo que defendía Gatti, que nada pudo hacer ante un golpeo tan exhuberante.

El hombre que desafió al genio del fútbol mundial aprendió ese día que es mejor no dar una motivación extra a los elegidos porque la respuesta sobre el verde puede tornarse, irremediablemente, en humillación. Y sobre todo aprendió, que cuando se trata de genios, la mejor manera de no sufrirlos es tenerlos de tu parte.

Al año siguiente Maradona abandonaría definitivamente la disciplina de Argentinos para vestir la diez azul y dorada, compartiendo así vestuario con el ‘Loco’. Juntos conquistaron el Campeonato Nacional con Boca Juniors y acabaron por tenerse gran respeto y profunda admiración.

Por otro lado, la ovación que la hinchada xeneize dedicó a Maradona al final del encuentro fue el pistoletazo de salida de una historia de amor que aún hoy perdura.

Javi Ortega

Colaborador injusto parido en la misma tierra que el fútbol. La pelota no se mancha.

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